De la verdad y el yerro en Descartes

 

“¿Está Descartes muy seguro de que toda pregunta filosófica tenga también una respuesta satisfactoria?
Ignacio Burk

¿Está Descartes muy seguro de que toda pregunta filosófica tenga también una respuesta satisfactoria?(1)

Las Meditaciones de Descartes están concebidas, principalmente, “para probar la existencia de Dios”, según lo asienta en la sinopsis previa a las mismas y según lo desarrolla en la “Meditación tercera:  de Dios, que existe”.(2)

Ahora, como no existe una idea que no contenga la pretensión de representar alguna cosa y como las cosas son ciertas en tanto se perciban clara y definidamente, el razonamiento de Descartes no vacila en redondear a Dios como la representación de lo infinito (y viceversa), representación contentiva de una mayor realidad objetiva que las contenidas en las substancias finitas.  Por lo tanto, la idea de Dios, su existencia, su infinitud, su omnisciencia, su creación de lo existente, es la idea suprema, la realidad máxima, la verdad y el conocimiento eternos.

Es verdadero “lo que conocemos de un modo claro y definido”, y el hombre, ser finito, con su voluntad y capacidad de juicio, abarcado en la materia infinita que es Dios, por lo tanto procedente sus facultades de la materia divina, luego estaría desasistido de la razón si negara claridad y definición a la idea de la existencia de Dios.

De modo que el entendimiento tendría que conducir a responder que filosóficamente es posible una respuesta sobre la existencia de Dios, como de cualquier otra pregunta, tales como las paradigmáticas “¿De dónde venimos?”, “¿Hacia dónde vamos?”, etc; que podría aspirarse a una respuesta satisfactoria si no fuera porque el hombre posee una facultad de raciocinio (juicio)  limitada y hasta corrompida por los errores de los sentidos, las ideas preconcebidas, la educación desviadora recibida, los efectos relacionados con la voluntad y los sentimientos.

Advierte Descartes que el alma humana, en virtud de la voluntad y los sentimientos, tiende a la comodidad, a la facilidad de la preconcepción, desistiendo en más de las veces en transitar el camino del cuestionamiento y la duda, que puede conducir a la verdad, a descarnar lo falso que la oculta, y esto cuando el error no es atribuible a carencia de conocimientos (el error es un defecto de la facultad de juicio,  una “privación o carencia de cierto conocimiento que debería existir en mí de alguna manera”(3)).

La mente ha de apartarse de los sentidos, como de los prejuicios, y esta reflexión se hermana tanto con la actitud como con los conocidos “ídolos del prejuicio” de su contemporáneo Francis Bacon, así como con los trabajos científicos de Galileo Galilei, dedicados a parir un método del pensamiento que conduzca a la verdad y razonamiento sin el vicio del error y dedicados a desenmascarar los engaños filosóficos establecidos por el aristotelismo.

Las siguiente palabras de Descartes profundizan en demostrar la existencia de Dios, como la finitud e imperfección propias, así como en la condición del yerro humano y el propósito filosófico que debe privar en toda búsqueda humana: 

Si mi existencia procediese de mí mismo, no dudaría, no desearía, ni me faltaría nada en absoluto; puesto que todas las perfecciones cuyas ideas existen en mi mente me las habría dado a mí mismo, y de tal manera yo sería Dios. (“Meditación tercera:  de Dios, que existe”(4)).

 

Notas:
(1) Ignacio Burk:  Filosofía, una introducción actualizada / Pedro Luis Díaz García y Luis Felipe Quintanilla Ponce, col. – Caracas, Ediciones Ínsula, 1.984. – 552 p. – Bibliogr., p 532.
(2) Rene Descartes:  Meditaciones metafísicas [meditaciones completas de Descartes] [en línea]. – Trad. José Antonio Míguez. - [S.F.]. -  http://www.scribd.com/doc/37686804/Meditaciones-Metafiscas [también aquí, documento completo, solicitando afiliación gratuita por ser material con derechos de autor:  http://docuapoyo.blogspot.com/2009/10/meditaciones-completas-de-descartes.html?zx=e3481da535e0f1a0]. - [Consulta:  8 oc 2.011].
(3) Op. Cit., “Meditación cuarta:  sobre lo verdadero y lo falso”.
(4) Ibídem, “Meditación tercera:  de Dios, que existe”.

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