“¿Contra qué peligro, verdadera trampa mortal para la duda metódica, previene Descartes [...]?”
Ignacio Burk

Al final del primer libro de las Meditaciones metafísicas, Rene Descartes razonó:

Supondré, pues, que no un Dios óptimo, fuente de la verdad, sino algún genio maligno de extremado poder e inteligencia pone todo su empeño en hacerme errar; creeré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todo lo externo no son más que engaños de sueños con los que ha puesto una celada a mi credulidad; consideraré que no tengo manos, ni ojos, ni carne, ni sangre, sino que lo debo todo a una falsa opinión mía; permaneceré, pues, asido a esta meditación y de este modo, aunque no me sea permitido conocer algo verdadero, procuraré al menos con resuelta decisión, puesto que está en mi mano, no dar fe a cosas falsas y evitar que este engañador, por fuerte y listo que sea, pueda inculcarme nada. Pero este intento está lleno de trabajo, y cierta pereza me lleva a mi vida ordinaria; como el prisionero que disfrutaba en sueños de una libertad imaginaria, cuando empieza a sospechar que estaba durmiendo, teme que se le despierte y sigue cerrando los ojos con estas dulces ilusiones, así me deslizo voluntariamente a mis antiguas creencias y me aterra el despertar, no sea que tras el plácido descanso haya de transcurrir la laboriosa velada no en alguna luz, sino entre las tinieblas inextricables de los problemas suscitados¹

Antes de comentar, mencionemos el alerta que lanza descartes sobre la amenaza contra la duda metódica, vale recordar dos puntos marcos para situarnos en el tema.

El primero es sobre éstas, sus Meditaciones, que están compuestas por seis partes, meditaciones o libros.   Comparto con ustedes el esquema realizado sobre el contenido de cada uno de ellas a efectos de analizar su lectura.

Meditación 1

Situaciones que nos inducen a la confusión y el error.  El "genio maligno". En su sinopsis escribe (previo a sus seis meditaciones, el autor escribió un resumen de ellas): "se exponen las causas por las que podemos dudar de todas las cosas".

Meditación 2

Argumento de la existencia de dios.  Si tenemos conciencia de nosotros, la tenemos de Dios.  Si sabemos de lo imperfecto, también sabemos de Dios, el ser perfecto.  En su sinopsis la alude como tratado “sobre la inmortalidad del alma”.  En la meditación:  nada es más reconocible con evidencias que la mente.

Meditación 3

Prueba de la existencia de Dios:  argumento sobre la existencia del mundo.  En su sinopsis:  "argumento para probar la existencia de Dios".

Meditación 4

Realidad y percepción.  En su sinopsis:  "se prueba que todo lo que percibimos clara y distintamente es verdadero"  En la meditación:  "la contemplación de Dios mismo, considerar sus atributos, y mirar, admirar y adorar la belleza de tal luz". Investigación sobre la causa del error y la falsedad.

Meditación 5

Argumento de la existencia de Dios:  si se puede pensar, existe.  En su sinopsis: al "explicarse la naturaleza corpórea tomada generalmente, se demuestra la existencia de Dios de un nuevo modo".  En la meditación:  "si hay algo evidente para mi mente, es absolutamente cierto"  Sobre la existencia de las cosas físicas y Dios (no físico, sino mental, primordial).

Meditación 6

Discurso sobre el dualismo:  el bien y el mal.  En su sinopsis:  "se separa el intelecto de la imaginación, se describen los signos de esa distinción, se prueba que el alma se distingue realmente del cuerpo".  Distinción alma-cuerpo.

El segundo punto es sobre la hora histórica que vivió Descartes (1.596-1650), hora de revolución, de cambio de posturas mentales, de derrumbe de enquistados paradigmas.  Hora de cambio completo, tanto material (formas materiales de vida:  Revolución industrial, Capitalismo) como epistemológico (cuestionamiento de la cosmología aristotélica). 

El mundo de entonces, renacentista, es actitud de afloramiento de lo nuevo, de renovación espiritual; pero es, también, hecho de cambio concreto, cuando la sociedad asiste a su misma evolución histórica hacia lo industrial.  No sólo es una sensación de cambio de actitudes mentales, sino una experiencia de facto, de mundo cambiante, comprobable al simple mirar.   En otras palabras, es lo que se conoce como Modernidad,² hombre y época del presente en oposición a lo viejo y desmontado.  Lo nuevo contra lo viejo, fue la época en que los hombres empezaron a zanjarse en la conocida diatriba de los antiguos versus los modernos.

El golpe epistemológico fundacional lo había asestado Galileo Galilei (1.564-1.642)³ con su nueva ciencia desmontadora de “mentiras” aristotélicas, hecho que llevó a los pensadores a concluir que el mundo había vivido bajo el engaño durante siglos (más allá incluso del mismo Aristóteles), ensayando una concepción de vida y científica basada en el error de cálculo propio de los sentidos.

De semejante sentimiento de lo perdido o de lo erróneo, en virtud de la limitada capacidad exploratoria de los sentidos ─que no especular─, participan René Descartes y Francis Bacon (1.561-1.626), quienes en su filosófica disciplina se dedican a pensar un método que no yerre en su propósito de dar con la verdad, ni en su consiguiente generación de conocimientos ciertos.  En las Meditaciones, sistematiza filosóficamente Descartes sus consideraciones sobre el método nuevo de hallar verdades; como también se preocupa Bacon (Nuevo Órgano de las Ciencias) por minimizar el yerro humano al criticar la lógica y el método aristotélico, y al legarle a la posteridad, específicamente, sus alertas sobre los prejuicios del hombre como factores pervertidores de la realidad.  Tales (Galilei, Descartes y Bacon), con sus posturas y trabajos, son los creadores de la Modernidad, como se les conoce.

Ahora, ya podemos preguntar contra qué peligro para la duda metódica previene Descartes.  El texto en cuestión se comprende sobre la connotación del momento histórico que le tocó vivir y sobre la consiguiente angustia filosófica generada en su persona, que ve coartada la posibilidad de llegar a la certeza en el conocimiento, más cuanto si los impedimentos se enquistan en la naturaleza humana misma, en las “dulces ilusiones” de los sentidos (como dice él) y en el contexto cultural del hombre (las “antiguas creencias”), hacia donde el hombre es halado hasta voluntariamente con tal de no afrontar las dificultades de las “tinieblas” que implica el ponerse a cuestionar lo establecido.

El peligro es el conformismo.  Quien vive conforme no duda y acepta como dado cuanto le rodea y cuanto se diga respecto de lo que le rodea.  Quien se conforma no filosofa y teme intrincarse en la tinieblas de los “problemas suscitados” por causa de los cuestionamientos o indagaciones.  Podría perder el sueño y la placidez, dado que filosofar es ante todo un ejercicio de la duda, y ya puede comprenderse por qué es más displancentero dudar que aceptar cuanto está convenido en el mundo y el universo.  Considérese no más a Galileo Galilei, quien  recibió su sentencia por atentar contra las “grandes verdades” aristotélicas:  detenido, enjuiciado y sentenciado a abjurar de sus hallazgos.

La duda metódica es en Descartes su propuesta ante el engaño que tanto cultura (mundo) como sentidos inducen al error en el hombre.  Es el primer paso metódico para encarar filosóficamente la vida, el mundo, la infinidad de verdades que se puedan ocultar detrás de un universo, y descubrirlas.  Cuestionar cuanto a uno se le haya enseñado y cuanto haya oído como primer fundamento de búsqueda de lo real.  No de otro modo podría prevenirse contra engaños tan milenarios y paradigmáticos, como el aristotélico.  ¡Copérnico y Galilei:  vaya, vaya, el mundo conocido ya no era centro de nada!  Los sentidos humanos dejaban de ser la medida de todas las cosas..., como propalaban los viejos esquemas.

La propuesta de busca de la verdad en todo tiempo y lugar tendrá como impedimento epistemológico el fácil empuje de la vida, su cotidianidad y fáciles verdades, que entran a nuestro oído y construyen “realidades”.  Es el llamado “sueño de la vida”, dulce e ilusorio, contra el que previene Descartes, dado que el hombre podría no querer despertar de él.  Como si dijéramos que dulce, placentero y sencillo es lo conocido, en contraposición a lo rocoso e intrincado que pueda resultar la consideración o hallazgo de una nueva realidad.

La propuesta en sí no es nada nueva, aunque nunca desarrollada como sistema, como lo hizo el filósofo, aunque esencialmente sea el sistema de la filosofía como disciplina.  Vieja es la idea de olvidar lo aprendido para genuinamente aprender; retroceder figuradamente hasta la condición de niño para entrar al reino de los cielos (dar con la verdad) ya lo recomendaba Jesús de Nazaret; y también, contemporáneamente con Descartes, lo propuso Francis Bacón cuando dijo que “No entraremos en el Reino del Hombre de esta Tierra que es el de las ciencias, como no entraremos en el Reino de los Cielos, si no damos la vuelta para hacernos niños”.

Para un filósofo, dormirse sobre la corriente de la vida no es opción de vida, sino de inexistencia, en tanto el mundo podría ser la decoración de una farsa.   Su misión es la duda para detectar verdades o engaños, y ello puede incluir presuponer que su vida es una ficción (como hiciera el mismo Descartes) con tal de no dejarse arrastrar por el “sueño de la vida”.

_______ 
¹  Rene Descartes:  Meditaciones metafísicas [meditaciones completas de Descartes] [en línea]. – Trad. José Antonio Míguez. - [S.F.]. -  http://www.scribd.com/doc/37686804/Meditaciones-Metafiscas [también aquí, documento completo, solicitando afiliación gratuita por ser material con derechos de autor:  http://docuapoyo.blogspot.com/2009/10/meditaciones-completas-de-descartes.html?zx=e3481da535e0f1a0]. - [Consulta:  17 nov 2.010].
²  Oscar J. Camero:  “Modernidad, actitud de cambio y novedad” [en línea]. – En Blogxistencia, viviendo y pensando en ello. - [S.F.]. - http://blogxistencia.blogspot.com/2010/05/modernidad-actitud-de-cambio-y-novedad.html. - [Consulta:  17 nov 2.010].
³  Y Nicolás Copérnico con antelación, y su teoría heliocéntrica.

 

“Preparar una exposicón sobre el concepto y los comienzos de la modernidad.  Tome en cuenta estos puntos:  definición de la modernidad y caracterización de sus comienzos; la nueva física y cosmología; el descubrimiento de América como contribución al pensamiento nuevo; la preocupación filosófica por el método en atención al momento histórico que la motiva; los primeros teóricos del método y sus libros.”
Ignacio Burk

La modernidad es ante todo una actitud que comporta un sentimiento de cambio, de imposición de una nueva razón respecto de valores tradicionales históricos y filosóficos.  Se orienta a transformar el modo de vida, la sociedad, sobre el contexto de nuevas condiciones históricas de cambio de carácter material:  la Revolución Industrial y el Capitalismo son su locomotora, fenómenos económicos, sociales y políticos triunfantes que llevan a confrontar o superar lo antiguo o viejo.

Arranca, como sentimiento y actitud, con ese renacentismo del siglo XV, pero se concreta como hecho modernista, como Edad Moderna, con el advenimiento de la sociedad industrial.  Es lo nuevo versus lo viejo.

De hecho, la Edad Moderna  está situada como época aterrizando en los inicios de la Edad Contemporánea, por allí a principios del siglo XIX, arrancando desde la Edad Media.

Semánticamente “modernidad” es atributo de moderno, una cualidad; el diccionario nos dice en la primera acepción que “moderno” es lo “Perteneciente o relativo al tiempo de quien habla o a una época reciente.” (1)  Lo actual, pues, como si casi dijéramos lo que vale realmente, la realidad, y valga la redundancia.

En fin, para ser más tajantes, véase el derivado “modernismo”:  “Especialmente en arte y literatura, afición a las cosas modernas con menosprecio de las antiguas.”  Ese menosprecio es el que nos lleva a despotricar de los antañones, espetándole a veces un “¡Modernízate!”.

Así llegamos al punto procurado de la razón filosófica que priva a partir del Renacimiento:  no es el desprecio de las posturas de los antiguos, sino su revisión y, a veces, hasta su desenmascaramiento.  Vaya sin la mala fe del desprecio esto del  “desenmascaramiento”, porque filósofo fueron los modernos formados en las escuelas antiguas.

El aire cuestionador de los nuevos tiempos (estructuras sociales que cambian, sistemas económicos que se consolidan, impacto de nuevas tecnologías, la imprenta en un principio) obliga a una nueva mentalidad también, centrada primordialmente en la revisión de la posturas aristotelianas y platónicas como directrices de vida, conocimiento y cultura.  Tal ambiente justificó plenamente los trabajos de Renato Descartes y su duda metódica (buscando la verdad con evidencias:  Meditationes de Prima Philosophia) y de Francis Bacon con su combate a los ídolos del prejuicio (Novum Organon Scientiarum).  El nuevo ambiente revolucionario, modernista, cuestionador de lo viejo y de sus viejas cadenas, llevaron a estos dos filósofos a sembrar la duda como método inicial de exploración científica y del pensar filosófico; y los llevó también a sentar las bases emancipadoras mentales del antiguo esquema del pensamiento humano, con toda su predeterminación cosmogónica, cosmológica, científica y filosófica.

Parejo al proceso de superación de la sociedad preindustrial caminó esta actitud de los nuevos tiempos, propia de los audaces hombres con sus nuevas tecnología de la época industrial, cuasi dioses de la invención.

Lógicamente, hay que tener en cuenta para estas consideraciones sobre críticas actitudes respecto de la tiranía de lo viejo, el aporte fundamental de quien es considerado hoy no sólo el “padre de la ciencia”, sino de la “física moderna” y “astronomía moderna”:  Galileo Galilei.  El, junto a Copérnico (quien sustentó con cálculos matemáticos el heliocentrismo), prácticamente iniciaron la revolución científica, y debe quedar claro que semejantes “revolcones” en las actitudes y costumbres humanas  de la época han de afectar el espectro del pensar filosófico, dado que ciencia es discurso sistematizado de un sector de lo real, de lo real susceptible filosófico.

Por sus trabajos, Galileo se confronta a los poderes vigilantes de las viejas épocas, esto es, aristotelismo e Iglesia Católica Romana, y ello ilustra emblemáticamente el moderno conflicto entre la libertad de pensamiento del hombre y la autoridad, rígida en medio de tanto revolucionario cambio.  De hecho, para juntar ya teoría y práctica, digamos filosofía y ciencia, respectivamente, el trabajo experimental de Galileo se presume complementario de los escritos idealizantes de Francis Bacón sobre el método científico.

Cosmológicamente el mundo se reacomodaba, pues, el conocido empezaba a resquebrajarse,  a modernizarse, correlativo a las nuevas formas de vida industrial y capitalista que nacían entonces, como sentándose a esperar que tanto doctrina como vieja autoridad rodasen por los suelos en virtud de una más pura razón humana y manera de pensar.  El mundo ya no era el centro, como propalaba la vieja Iglesia, que vieja sigue aun hoy, sumida en la catacumbas aristotélicas de la premodenidad.  De allí la razón de su hundimiento y, probablemente, de su final descomposición como poder ensamblado en la transmoderna sociedad de hombres tentando a ser dioses.

Como hachazo final, para avivar la llama modernista y el reguero incendiario de las transformaciones, el “descubrimiento” de América y los viajes de los “descubridores” alrededor del mundo trajeron al tapete las sospechas de la redondez de la Tierra y la falacia de los antiguos poderes y doctrinas.

El “nuevo mundo” no son los territorios, planetas o nuevas formas de vida hallados, sino la actitud moderna pensante de los hombres.  La modernidad es la vita nuova.

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