“Preparar una exposicón sobre el concepto y los comienzos de la modernidad.  Tome en cuenta estos puntos:  definición de la modernidad y caracterización de sus comienzos; la nueva física y cosmología; el descubrimiento de América como contribución al pensamiento nuevo; la preocupación filosófica por el método en atención al momento histórico que la motiva; los primeros teóricos del método y sus libros.”
Ignacio Burk

La modernidad es ante todo una actitud que comporta un sentimiento de cambio, de imposición de una nueva razón respecto de valores tradicionales históricos y filosóficos.  Se orienta a transformar el modo de vida, la sociedad, sobre el contexto de nuevas condiciones históricas de cambio de carácter material:  la Revolución Industrial y el Capitalismo son su locomotora, fenómenos económicos, sociales y políticos triunfantes que llevan a confrontar o superar lo antiguo o viejo.

Arranca, como sentimiento y actitud, con ese renacentismo del siglo XV, pero se concreta como hecho modernista, como Edad Moderna, con el advenimiento de la sociedad industrial.  Es lo nuevo versus lo viejo.

De hecho, la Edad Moderna  está situada como época aterrizando en los inicios de la Edad Contemporánea, por allí a principios del siglo XIX, arrancando desde la Edad Media.

Semánticamente “modernidad” es atributo de moderno, una cualidad; el diccionario nos dice en la primera acepción que “moderno” es lo “Perteneciente o relativo al tiempo de quien habla o a una época reciente.” (1)  Lo actual, pues, como si casi dijéramos lo que vale realmente, la realidad, y valga la redundancia.

En fin, para ser más tajantes, véase el derivado “modernismo”:  “Especialmente en arte y literatura, afición a las cosas modernas con menosprecio de las antiguas.”  Ese menosprecio es el que nos lleva a despotricar de los antañones, espetándole a veces un “¡Modernízate!”.

Así llegamos al punto procurado de la razón filosófica que priva a partir del Renacimiento:  no es el desprecio de las posturas de los antiguos, sino su revisión y, a veces, hasta su desenmascaramiento.  Vaya sin la mala fe del desprecio esto del  “desenmascaramiento”, porque filósofo fueron los modernos formados en las escuelas antiguas.

El aire cuestionador de los nuevos tiempos (estructuras sociales que cambian, sistemas económicos que se consolidan, impacto de nuevas tecnologías, la imprenta en un principio) obliga a una nueva mentalidad también, centrada primordialmente en la revisión de la posturas aristotelianas y platónicas como directrices de vida, conocimiento y cultura.  Tal ambiente justificó plenamente los trabajos de Renato Descartes y su duda metódica (buscando la verdad con evidencias:  Meditationes de Prima Philosophia) y de Francis Bacon con su combate a los ídolos del prejuicio (Novum Organon Scientiarum).  El nuevo ambiente revolucionario, modernista, cuestionador de lo viejo y de sus viejas cadenas, llevaron a estos dos filósofos a sembrar la duda como método inicial de exploración científica y del pensar filosófico; y los llevó también a sentar las bases emancipadoras mentales del antiguo esquema del pensamiento humano, con toda su predeterminación cosmogónica, cosmológica, científica y filosófica.

Parejo al proceso de superación de la sociedad preindustrial caminó esta actitud de los nuevos tiempos, propia de los audaces hombres con sus nuevas tecnología de la época industrial, cuasi dioses de la invención.

Lógicamente, hay que tener en cuenta para estas consideraciones sobre críticas actitudes respecto de la tiranía de lo viejo, el aporte fundamental de quien es considerado hoy no sólo el “padre de la ciencia”, sino de la “física moderna” y “astronomía moderna”:  Galileo Galilei.  El, junto a Copérnico (quien sustentó con cálculos matemáticos el heliocentrismo), prácticamente iniciaron la revolución científica, y debe quedar claro que semejantes “revolcones” en las actitudes y costumbres humanas  de la época han de afectar el espectro del pensar filosófico, dado que ciencia es discurso sistematizado de un sector de lo real, de lo real susceptible filosófico.

Por sus trabajos, Galileo se confronta a los poderes vigilantes de las viejas épocas, esto es, aristotelismo e Iglesia Católica Romana, y ello ilustra emblemáticamente el moderno conflicto entre la libertad de pensamiento del hombre y la autoridad, rígida en medio de tanto revolucionario cambio.  De hecho, para juntar ya teoría y práctica, digamos filosofía y ciencia, respectivamente, el trabajo experimental de Galileo se presume complementario de los escritos idealizantes de Francis Bacón sobre el método científico.

Cosmológicamente el mundo se reacomodaba, pues, el conocido empezaba a resquebrajarse,  a modernizarse, correlativo a las nuevas formas de vida industrial y capitalista que nacían entonces, como sentándose a esperar que tanto doctrina como vieja autoridad rodasen por los suelos en virtud de una más pura razón humana y manera de pensar.  El mundo ya no era el centro, como propalaba la vieja Iglesia, que vieja sigue aun hoy, sumida en la catacumbas aristotélicas de la premodenidad.  De allí la razón de su hundimiento y, probablemente, de su final descomposición como poder ensamblado en la transmoderna sociedad de hombres tentando a ser dioses.

Como hachazo final, para avivar la llama modernista y el reguero incendiario de las transformaciones, el “descubrimiento” de América y los viajes de los “descubridores” alrededor del mundo trajeron al tapete las sospechas de la redondez de la Tierra y la falacia de los antiguos poderes y doctrinas.

El “nuevo mundo” no son los territorios, planetas o nuevas formas de vida hallados, sino la actitud moderna pensante de los hombres.  La modernidad es la vita nuova.

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