La vida es sueño

 

“Descartes dice que la actitud filosófica equivale a despertar uno cada día a la verdadera realidad.  La metáfora del “sueño de la vida”, ¿es invención de Descartes?  ¿La emplean otros conocedores de lo humano:  poetas, literatos, dramaturgos y pintores?  Está justificada esa alusión universal al engaño y la ilusión de la vida humana?”
“¿Qué poder tiene el hombre frente a dudas e incertidumbres, según Descartes; y por qué es difícil ejercerlo?
Ignacio Burk

No inventó Descartes la metáfora el “sueño de la vida”, a pesar de sus concentradas meditaciones sobre la posibilidad del error humano en el contexto de la percepción ilusoria o engañosa en el hombre.    Es tema antiguo y hasta más viejo, y es de fama la metáfora de la caverna de Platón, donde apenas el humano puede percibir la sombra de las cosas esenciales, muy alejadamente del corazón de la divina verdad.

Podría decirse con Descartes que el ser humano es un sujeto de error perceptual en la medida en que sus sentidos son la medida de las cosas, parafraseando a Protágoras (485-11 a.C.), aunque en un sentido muy diferente a su originalidad; y en esa medida, sobre la posibilidad eminente de la imprecisión, el hombre sería un ser de ilusión, de engaños, como viviendo en sueños, por consiguiente, tomando la ficción por realidad.

Deja Descartes claro en sus Meditaciones que la percepción de los sentidos no le merecen confianza, como es ya lugar común decirlo, y llega incluso a catalogarla en sí misma como un pensar, dado que su reflexión apunta a que no es posible tener una idea en el intelecto que antes no estuviera en los sentidos (véase ““Meditación sexta:  sobre la existencia de las cosas materiales y sobre la distinción real del alma y del cuerpo”).

No obstante, advierte que no es fácil sustraerse a semejante dulzor de la percepción fácil e ingenua, si se contrasta con la acción trabajosa de tener que descubrir nuevas realidades y lidiar con ellas, de tener que dudar de lo presente y preconcebido, situación que inevitablemente alteraría el ritmo placentero de la corriente vida de los hombres, entregados al soñar del mundo conocido.

Cuestionar la preconcepción aristotélica de la vida, dudar de los sentidos como transmisores de realidad y fundar nuevas actitudes frente a lo establecido como universalidad (duda metódica) se redondean en su archiconocido aporte a la revolución científica y a la filosofía moderna; pero es también suya esa propuesta intrínseca y vital de que el hombre filosófico es aquel que despierta a diario a verdaderas realidades, fuera ya de la burbuja ilusoria del sueño y su irreal mundo conocido.

Sueño fue durante siglos la farsa perceptual aristotélica, argumentada (impuesta) prácticamente como destino.  Falaz fue su cosmogonía, sin embargo percibida como la realidad, el mundo, hasta que hombres como Copérnico, Galileo, Descartes y Bacon se sustrajeron del sueño y quebraron el cómodo transcurrir de la historia.

Su legado consiste, después de fundar métodos de ciencia y revolucionar el mundo conocido, en una eterna advertencia sobre lo humano, la verdad y el error, como decir, la duda eterna respecto del ser de las cosas.

En su obra (sus Meditaciones) se propuso primordialmente demostrar la existencia de Dios, vale decir, de la verdad, como lo declara en su “Meditación tercera:  de Dios, que existe”); pero la empresa, de suyo infinita e inatrapable, sólo se hizo susceptible a la demostración de lo que no es, es decir, al desmontaje de todo un sistema de falsedades de la historia y mente humanas.  Como si se pudiera decir:  demuéstrese la existencia de Dios develando lo real en medio de su obra, lo creado.

Al pelo vienen los versos de Pedro Calderón de la Barca (1600-81), en su obra La vida es sueño

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ficción,
Una sombra, una ilusión,
Y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
(Acto II, escena 19)

como para sentar aquello ilusorio de la vida frente al poderío final del destino, y que el hombre nuevo cartesiano estaría llamado a desenmascarar en su busca epistemológica.  Soberbios y mansos, suntuosos y humildes, farsas y realidades, todo parece perecer en esa especie de agujero negro que es el final, la muerte, que hace del todo una nada (sentido calderoniano) y hace lucir fantasmal a la vida.

Con Descartes se dirá que siempre el reto será aprehender a Dios, la verdad, la vida, la muerte, lo real...; o, mejor, incluso, determinar qué hay de falso en lo que de ello percibimos.

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